miércoles, 5 de septiembre de 2012

EL CRIMEN


Lo maté señor fiscal
con el poder de mis manos
y ante los ojos cristianos
me declaro criminal.
Con mí afilado puñal
lo esperé de madrugada
-su puerta estaba cerrada
él dormía en su aposento-
y quise en todo momento
acertarle una estocada

El era mi compañero
en esta perversa vida
(era una prenda querida
en este mundo tan fiero).
El me demostró su esmero
amistad y comprensión
pero su mala intención
jamás me la hizo saber;
él amaba a mi mujer
y escondía su traición.

De ello me enteré un día
al regresar del trabajo:
silencioso, cabizbajo
escuché que alguien gemía.
Yo, con la conciencia fría
abrí despacio la puerta,
mi alma quedó desierta
al verlos a flor de piel;
y en ese instante tan cruel
a mi amor la quise muerta.

A la pérfida cristiana
que en sus manos me fue infiel
le hice versos en papel
y la maté en la mañana.
A la siguiente semana,
convertido en asesino
quise sellar mi destino
y lo apuñalé con furia,
acabando su lujuria,
su traición y desatino.

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