Hablaré de la Décima Lambayecana, como lo siento:
Don Nicomedes
Santacruz (poeta peruano), dijo: “Cómo
has cambiado pelona, cisco de carbonería…” Y yo sentado aquí este día, pienso
que tuvo mucha razón.
Hoy, que puedo
hablar sobre la décima espinela, no sé qué decir. Creo que el entusiasmo
albergado en mi sentir, es tal, que mi alma desea componer una estrofa en este
momento, dándole gracias a todo este público presente, que nos acompaña esta
noche friolenta de Agosto, donde las estrellas tiritan de frío. ¿Qué decir de
la décima espinela? ¿Diez versos octosílabos, con punto en la cuarteta y coma
en el octavo verso, dándole un final coherente…? Ya, algunas personas lo saben,
y quienes lo ignoran no saben de la espiritualidad que se siente al componer
ésta forma poética, que hoy nos acompaña, y hasta se podría decir, forma parte
de nuestro sentir criollo.
Yo digo y
siempre lo diré:
Señores, no soy Peruano…
Soy “peruanazo”, señores.
Soy de la selva y sus flores
soy costeño, y soy serrano.
En la palma de mi mano
llevo la hermosa cultura,
que ha calcado su figura
con versos en estandarte,
por eso vivirá mi arte
con buena Literatura.
El verso se hace ameno, hablando de la décima, con
las diferentes expresiones de aquellos cultores que vienen trabajando día a día
porque no opaque su brillo, esta forma poética. Es cierto que se ha vuelto
costumbrista, y que se ha hecho un modo tradicional de expresar las circunstancias de la vida en este mundo de sentimientos superfluos y llenos,
dicho en el buen sentido de la palabra, de sobras. ¿Quién no conoce a Don
Hildebrando Briones, a Miguel Reynoso, a Raúl Ramírez Soto, a Iván Santamaría,
y al maestro Parraguez? Díganme si de aquellos hombres no se siente el respeto
por la décima Lambayecana… y de Manuel Mundaca, Miguel Paz Síme, que son
jóvenes como yo… si es que aún lo soy, con mis treinta años. ¡Por favor! La
décima va cogiendo un espacio en el mundo que se admira y se respeta. ¿Difícil
es componer una? Ya recuerdo ese día que quise escribir mi primera décima
espinela, sentado en un escritorio viejo, en casa de mis abuelos, -y no digo
qué en casa de mis abuelos (que son mis padres) sea todo viejo-. Por favor, no
lo tomen de manera figurativa. Sepan ustedes que me pasé dos horas buscando la
forma (calculando ángulos, medidas, espacios cúbicos). ¡Mentira! Sí es cierto
que me ocupó la cuarta parte del cerebro para hacerlo, ¡mentira! Sigo con los
cálculos mentirosos. La primera décima la recuerdo porque me dio mucho trabajo hacerla,
pero como quien dice “el que la sigue la consigue”. Y así, es que empecé en
este camino, que poco a poco me hizo su constructor (ahora pensarán que les
hablaré de construcción, pero no pretendo decir que un verso era un ladrillo, y
los puntos el cemento). ¿Cómo explicarles el sentimiento que me invade cada vez
que hablo de algún tema específico y sensitivo de la vida? No se puede explicar
con unas simples palabras lo que es el universo de la décima espinela, ni el
sentir de quien la cultiva. De aquellos
momentos nacieron las décimas que se impregnaron en Hechos y Dichos
Lambayecanos, sin palabras escondidas, sin emociones reprimidas, como un buen
norteño que soy, Y no piensen que en mi camino no se hará décimas abarcadas con
poesía llena de expresiones delirantes, porque ese soy yo. Soy un aprendiz de
la bohemia y de los buenos tiempos que nos da la vida. Aprecio su presencia y
felicito su cordialidad al recibir estas palabras.
CARLOS TÁVARA RAMÍREZ
CHICLAYO- PERÚ
hasta una linda cabaña
y observamos esa hazaña
que Caperucita, intenta:
Una tarde turbulenta
lleva manzanas y adobo,
entonces un sabio lobo
se ha dado cuenta del hecho
y pone astuto el acecho
de animal perverso y probo.